FÓRMULA DEL PROGRESO, LA. Discursos.
- Sinopsis
- Índice
PRÓLOGO A LA EDICIÓN DE 1870
Este libro se escribió para defender los derechos
individuales y el sufragio universal, cuando todos creían que los derechos
individuales eran una logomaquía, y el sufragio universal un sueño. Aquellos
tiempos de 1858 están bien lejos de los nuestros. Cualquiera diría que ha pasado
un siglo. Los derechos individuales se hallan reconocidos por sus implacables
enemigos. El sufragio universal es la base de nuestro derecho político. La
libertad religiosa que, al escribirse este folleto, no podía ser defendida sino
indirectamente, por rodeos, ha triunfado. Y a pofía, los que ayer nos llamaban
locos a los demócratas, hoy se llaman demócratas a sí mismos. Este libro, que
era un ideal, es un comentario al título primero de nuestra Constitución. Así es
la sociedad. Regida por las ideas, comienza creyendo delirios lo mismo que ha de
abrazar para su progreso. No queramos, los que hemos experimentado los rigores
de la opinión desconfiada, no queramos cambiarla súbitamente. La transformación
social es obra de mucho tiempo, de muchos trabajos intelectuales, de muchos
sacrificios.
Pero cuando vemos que un escrito hace doce años, tenido entonces por utópico, es
hoy una realidad viviente, cobramos grande confianza en la energía de las ideas.
Dictado para ganar el corazón de las muchedumbres, La Fórmula del Progreso es un
libro de propaganda. Al recorrer sus páginas, se ve cuántas de mis previsiones
se han realizado, cuántos de mis principios han pasado a ser el sentido común de
la nación. Lo mismo sucederá con todo cuanto sostenemos hoy, rechazado por
aquellos que ayer rechazaban nuestra democracia.
Las leyes de imprenta eran severísimas. Su severidad se
empleaba principalmente en ahogar toda aspiración a un cambio en la forma de
gobierno. Creían los monárquicos que la institución monárquica noquearía si se
ahogaba con arte la aspiración republicana. Así nada pude decir y nada dije
sobre la forma de gobierno. Pero si con atención se lee el folleto, echaráse a
ver en muchos pasajes mi opinión republicana y federal, siempre que paso junto a
los problemas relativos a la organización del poder público.
Hay un pasaje, en que hablando ya de los pueblos donde la
fórmula del progreso está realizada, solo menciono los Estados-Unidos. En este
pasaje me detengo a contemplar la república, y la ofrezco cual una enseñanza
práctica de política y de administración a mis lectores. Era el único medio que
teníamos entonces de expresar nuestras ideas. Mucho hemos trabajado por ellas.
Ni en la cátedra, ni en la prensa, ni en la academia nos dimos punto de reposo.
Cuando fue necesario, los pequeños ahorros arrancados a un trabajo de doce horas
diarias, cayeron en el abismo sin fondo de un periódico que, consagrado a
destruir una dinastía poderosa, estaba condenado por lo mismo a bien rudas
pruebas. Cuando fue necesario, nos mezclamos en los combates de la calle. Cuando
fue necesario, aceptamos un prolongado destierro, en el cual, sólo de la patria
nos llegaban o insultos horribles, o ineficaces pero entristecedoras sentencias
de muerte. Lo sufrimos todo; lo aceptamos todo por nuestra idea. Esta se ha
realizado en parte. Pero aun queda una larga serie de términos por realizar,
hasta que lleguemos a la fórmula que todo lo comprende, a la república federal.
Ya no vacilaré en mi tarea, ni desandaré mi camino.
Profundamente convencido de mis ideas, no las cambiaré por ninguna de las
ventajas materiales que puede ofrecerme la política. Mi partido se ha
descompuesto, yéndose una parte al poder por la monarquía. Lo que hemos quedado,
y quedaremos siempre en la república, declaramos que la democracia no puede
contenerse en la forma de la monarquía incompatible con su esencia. Y tenemos la
esperanza, de que así como la fórmula del progreso fue primero combatida para
más tarde ser aceptada, la república federal, que es hoy para muchos una
negación estéril, será mañana la fórmula que contenga el organismo de esta
sociedad, tan necesitada de aliar su democracia con la libertad. Alentado de
análoga esperanza, escribí La Fórmula del Progreso, y el tiempo ha venido a
demostrar que no me engañaba la esperanza.
Emilio Castelar
Madrid 15 de junio de 1870.
ESTUDIO
PRELIMINAR, «El republicanismo liberal y la idea de
progreso: Emilio Castelar», José Luis
Monereo Pérez
PRÓLOGO A LA EDICIÓN DEL 1870
PRÓLOGO ORIGINARIO
LA FÓRMULA DEL PROGRESO
EPÍLOGO
SELECCIÓN DE DISCURSOS
1. El socialismo
2. La idea del progreso
3. La libertad y el trabajo
4. En favor de la Repúblicca como forma de gobierno
5. En defensa de la abolición de la esclavitud en las colinas
6. En defensa del sufragio universal
7. La cuestión social y la paz armada en Europa
8. El socialismo y los socialistas
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